Si algo ha preocupado al ser humano desde los inicios de la historia, es la salud. Fuente de vida y única capaz de mantener a las personas sobre esta tierra, muchos han sido los investigadores que, siglo tras siglo, quisieron dejar su legado. No es un secreto que uno de los anhelos más profundos de la sociedad, es continuar avanzando en la lucha contra las enfermedades potencialmente peligrosas y por qué no, la posibilidad en un futuro no muy lejano de poder frenar el envejecimiento celular.
Lamentablemente, el estudio humano y la forma en la que se trabaja queda limitado, pero el siglo XXI nos abre posibilidades como incluir Inteligencia Artificial al sector de la medicina.
Para asombro de muchos, esto no es una idea innovadora ni acoplada en los últimos años. Aunque si bien es cierto que la IA tomó más impulsó en la última década, esta fusión se remonta a los años 70.
Uno de los primeros experimentos que asociaron medicina e Inteligencia Artificial fue Dendral, un sistema que se desarrolló entre los años 1965 y 1975. Edward Feigenbaum, científico de la computación que trabajaba en el área de la IA junto a otros programadores en la Universidad de Stanford, dieron vida a este sistema. Este interpretaba la estructura molecular, a través de un análisis químico. Podía analizar sustancias como carbón, hidrógeno, nitrógeno… Una vez obtenidos esos datos espectrográficos, Dendral pasaba a formular hipótesis sobre la estructura molecular de dicha sustancia. Este sistema se empleó en la industria y el mundo académico durante mucho tiempo.